Román Casales es de Reconquista, al norte de la provincia de Santa Fe. Vive en un barrio alejado del casco urbano, donde el silencio de la noche permite escuchar lo que nadie quiere oír.
Una madrugada de jueves con luna llena, mientras andaba en bicicleta, tuvo un encuentro que todavía le pone la piel de gallina.
"De lejos vi un perro, aunque con ciertas similitudes con un ternero", explicó. Estaba sobre la calle que une un campo con otro, y desde ese momento, todo cambió.
El animal tenía ojos rojos. Se movía en cuatro patas y su color era marrón bayo.
No lo miró, pero su respiración fuerte lo dejó helado. También lo paralizó el sonido de huesos que hacía al caminar, en conjunto con sus gruñidos.
El Lobizón cruzó el camino, desapareció entre la vegetación, y el silencio volvió.