Agustina Muñoz es museóloga y artista textil. Desde Curuzú Cuatiá impulsa un proyecto en el que los relatos populares se convierten en imágenes bordadas. Su interés por lo manual nació en la infancia, cuando la curiosidad la llevaba a coser, pintar o cocinar, y su abuela le enseñaba las primeras puntadas.
Años más tarde, tras regresar a su ciudad natal, volvió a conectar con la creación y encontró en el bordado el canal ideal para unir la tradición oral con lo artesanal. Desde niña sintió atracción por mitos y leyendas, historias que siempre quiso traducir en imágenes.
Su formación como museóloga le otorgó una mirada singular sobre los objetos. Cada pieza guarda un relato y funciona como testimonio cultural. No concibe el bordado solo como estética, sino como una forma de conservación y transmisión. "Siento que bordo como si estuviera cuidando un patrimonio, pero en clave contemporánea", explicó.
Las leyendas que inspiran su trabajo no son simples cuentos, sino relatos vivos nacidos del vínculo entre las personas y la naturaleza. Agustina se siente atraída por esas historias que hablan de ríos, árboles, flores y animales, y que al mismo tiempo dan explicaciones, enseñanzas o advertencias.
Para Agustina, el bordado no es solo un objeto artesanal, sino un relato que se plasma con hilos. La intención es que esas historias no se pierdan en los libros ni en la memoria fragmentada, sino que circulen en imágenes textiles que acompañen la vida contemporánea.
La memoria colectiva es el eje central de su proyecto. Sus bordados apuntan a rescatar relatos que forman parte de la identidad cultural de la región y devolverlos a la actualidad de un modo tangible.
Desde Curuzú Cuatiá, Agustina conecta lo artesanal con lo narrativo. Las leyendas que antes circularon de boca en boca hoy se vuelven visibles en telas bordadas que viajan de generación en generación.
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