En la reapertura de la galería Colón que trajo la séptima edición del ArteCo, conocí y entreviste a Graciela Montenegro, profesora de talleres de arte en contextos de encierro.
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《Faro de Fe》(2024), Mario Segovia. |
Ella es la representante de la iniciativa que se lleva a cabo junto con el Ministerio de Educación. El objetivo es acercar el arte y crear espacios de recreación artística en las unidades penales de la provincia.
Actualmente, está trabajando con las unidades N.º 1, N.º 3 (mujeres), N.º 4 y N.º 7 y comenta cómo empezó haciéndolo, cómo se lleva a cabo y quiénes son sus alumnos, los convictos que encuentran, recuerdan y exploran mundo exterior en las pinturas.
¿Cómo trabajás dentro del contexto carcelario?
—Hace dos años que formo parte del taller de arte de la Unidad Penal N.º 1, que pertenece al Ministerio de Educación, dentro del área de Educación en Contexto de Encierro. Los talleres se llevan a cabo dentro del programa de bibliotecas abiertas. Hay un grupo de chicos autodidactas que comenzaron a pintar sin saber cómo mostrar su trabajo, ya que usualmente solo participaban en encuentros intercarcelarios.
¿Qué tipo de actividades desarrollan?
—El arte comenzó como una forma de visibilizar lo que se trabaja dentro de las unidades penales. Se definió una temática: "Memoria del mundo". Ellos pintan lo que no pueden ver, lugares donde quisieran estar. El arte es su vía de escape, su forma de decir “estoy vivo” y “estoy libre” simbólicamente. Por eso, cada cuadro refleja naturaleza y paisajes de la región.
¿Qué edades tienen los participantes?
—Actualmente, tienen entre 30 y 34 años, pero también participan personas desde los 22 hasta los 54 años.
¿Participan solo hombres?
—Sí, en este taller específico sí. También trabajo en el Instituto Pelletier, que es de mujeres, pero ellas solo participan en exposiciones intercarcelarias.
¿Cómo fue el contacto con ArteCo?
—Me comuniqué yo. Queríamos empezar a dar visibilidad, así que enviamos todos los documentos, inscripciones y fichas técnicas. En abril nos confirmaron que habíamos sido seleccionados. A partir de ahí, comenzaron a surgir nuevas invitaciones para otras exposiciones.
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《Con sabor a payé》. |
¿Qué reacción notaste en el público ante las obras de los internos?
—La mayoría se sorprende. Me dicen cosas como “pensé que en la cárcel no se hacía nada”. Esto les permite ver otra realidad. Algunos se emocionan y preguntan cómo pueden colaborar, mientras que otros simplemente miran y se van, como que les impacta, pero no saben cómo reaccionar.
¿Con qué recursos trabajan?
—Todo es a pulmón. No tenemos subsidios. Conseguimos retazos de tela, madera, témperas, pinceles hechos con cerdas viejas... Ellos encuentran la forma de crear sus recursos. Visibilizar su trabajo también abre puertas para que la gente done materiales.
¿Cuántos internos participan en esta muestra?
—En pintura, dos. En lo que es trabajo colaborativo (como armar bastidores o intervenir obras) están participando entre cuatro y cinco. Organizamos los grupos según capacidades e intereses. Algunos reciclan, otros pintan, otros ensamblan objetos.
¿Qué otros proyectos tienen?
—Ahora están armando un barco pirata con botellas recicladas. La idea es trabajar el arte grotesco, reutilizando materiales y dándoles un enfoque artístico y sustentable. También recolectamos ropa vieja para intervenciones textiles: algunos chicos hacen bordados, alfombras... descubren talentos que no sabían que tenían.
¿Tienen un horario fijo para reunirse?
—Nos encontramos los jueves de 8.30 a 11. A veces, según la conducta, la guardia autoriza que trabajen en sus pabellones. Ellos sienten que es poco tiempo y que necesitarían más espacio para desarrollar lo artístico.
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《Naturaleza》, acrílico sobre cartón. Tito. |
¿Hace cuánto tiempo estás con esta iniciativa?
—Hace dos años. Este es el primer año que compartimos nuestro trabajo con la sociedad. Antes, solo participábamos en eventos internos, como el Día del Penitenciario. Es la primera vez que se visibiliza a nivel social.
¿Alguno de los internos sigue estudios relacionados con el arte?
—Sí, “Tito” está estudiando la Licenciatura en Artes Combinadas de forma virtual gracias a un convenio entre la UNNE y Educación en Contexto de Encierro. Está lleno de ideas y eso también nos motiva.
¿Sos profesora de arte? ¿De dónde venís?
—Sí, soy profesora de arte y soy de San Roque, Corrientes. Vine a la capital porque en mi pueblo no había muchas oportunidades laborales. Empecé en un colegio privado, pero siempre quise trabajar en lo social. Desde que me recibí, dije: “Dios, te pongo en tus manos mi título; que donde me toque estar, sea para el bien común”.
¿En cuántas unidades penales trabajás?
—En cuatro: Unidad Penal N.º 1, N.º 3 (mujeres), N.º 4 y N.º 7 (San Luis del Palmar). Algunas son de difícil acceso. A veces no hay colectivos o se rompen, y tenemos que arreglarnos como podemos.
¿Qué diferencias notás entre trabajar con varones y con mujeres privadas de libertad?
—Los varones son más proactivos. Van directo al trabajo. Las mujeres lo buscan más como una forma de desahogo emocional. A veces cuesta que definan qué hacer. En cambio, los hombres tienen más iniciativa y salen más propuestas.
¿Qué están preparando para el año que viene?
—Arte grotesco. Un grupo trabaja con reciclado, otros en armado de alambre. Nos organizamos según las capacidades de cada uno.