En los años treinta, en Mburucuyá, Ancelmo Anacleto Molina imponía respeto a fuerza de miedo. Siempre escoltado por un joven apodado "Chajá".
Quien se atrevía a provocarlo recibía un disparo de su revólver calibre 38. La policía lo evitaba y en el pueblo mandaban quienes más temor infundían.
![]() |
Recreación digital. |
Una noche, en la esquina de Sargento Cabral y Pringles, los cinco hermanos Altamirano le tendieron una emboscada.
Molina caminaba solo hacia el este cuando lo atacaron desde ambos lados. Se tiró al suelo y mató a dos con disparos certeros. Los otros tres huyeron al monte.
Desde entonces, nadie volvió a enfrentarlo. Molina quedó dueño absoluto de las calles, por encima incluso de la autoridad
Fuente: Topeka González, historiador de Mburucuyá.